Dieta SIBO

El SIBO (sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado) es una condición digestiva cada vez más frecuente que puede provocar hinchazón, gases, dolor abdominal, fatiga o incluso problemas de piel y concentración. Aunque existen distintos enfoques médicos y nutricionales, la evidencia muestra que una combinación de fitoterapia, dietas específicas y suplementación adecuada puede mejorar notablemente los síntomas y recuperar la salud intestinal.


En este artículo repasamos los tratamientos más estudiados y utilizados en la práctica clínica: desde los botánicos más eficaces (orégano, berberina, neem) hasta los suplementos esenciales (vitamina D, magnesio, probióticos específicos, lactoferrina), pasando por el papel de la alimentación antiinflamatoria, la dieta prebiótica y la dieta elemental en casos avanzados.


Síntomas característicos del SIBO

El síntoma más común es la distensión abdominal con las comidas. Muchas personas refieren que en ayunas se sienten bien, pero al comer la tripa se inflama y se endurece, llegando a parecer un embarazo avanzado. En mujeres es especialmente frecuente esta distensión, mientras que en hombres puede manifestarse más con gases.

Otros síntomas frecuentes incluyen:

  • Hinchazón y exceso de gases.
  • Estreñimiento o diarrea.
  • Digestiones pesadas o dispepsia.
  • Reflujo gastroesofágico.
  • Síntomas extradigestivos: eccemas, depresión, niebla mental o fatiga, ya que los gases se difunden y pueden afectar al sistema nervioso central.

Tipos de SIBO y su clasificación

El SIBO (sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado) se clasifica principalmente según los gases detectados en la prueba de aire espirado, una de las herramientas diagnósticas más utilizadas. Dependiendo del gas predominante, se distinguen tres tipos principales:

  • SIBO de hidrógeno: suele asociarse a diarrea.
  • SIBO de metano (IMO): más ligado a estreñimiento.
  • SIBO de sulfuro: gases malolientes, intolerancia a huevos, carne o crucíferas.

En algunos casos, los tres pueden coexistir. Además, algunos autores describen otros subtipos:

  • SIFO (sobrecrecimiento fúngico o candidiasis intestinal)
  • SIBO autoinmune, asociado a intoxicaciones alimentarias que generan una respuesta errónea del sistema inmune contra las células de Cajal, responsables de la motilidad intestinal.

Normalización de síntomas y señales de alerta

Muchas personas normalizan síntomas digestivos crónicos como gases, hinchazón o malas digestiones, sin ser conscientes de que no es lo normal. Es importante diferenciar entre molestias puntuales (por ejemplo, tras una comida rica en legumbres) y síntomas persistentes que aparecen con cualquier alimento, lo que sugiere un desequilibrio más profundo.

Cuando los síntomas son diarios y no se asocian a un alimento específico, conviene sospechar SIBO o intolerancias alimentarias y acudir a un especialista.


Diagnóstico del SIBO

La prueba de aire espirado (breath test) es el método más utilizado. Aunque no es perfecta —se trata de una medida indirecta de la fermentación bacteriana—, sigue siendo la mejor herramienta actual para confirmar la presencia de SIBO y diferenciarlo de otras patologías intestinales inflamatorias.

En algunos casos, un profesional integrativo con experiencia puede sospechar SIBO únicamente por los síntomas, pero siempre que sea posible se recomienda realizar la prueba.


Prueba casera del bicarbonato para valorar la acidez del estómago

La prueba del bicarbonato es una forma sencilla y orientativa de valorar si tu estómago produce suficiente ácido clorhídrico (HCl). El HCl es fundamental para digerir proteínas, absorber minerales y controlar el crecimiento bacteriano en el estómago e intestino.

Aviso importante:

  • No sustituye a una prueba médica.
  • No sirve para autodiagnosticarse.
  • Puede dejar la digestión un poco “revuelta” ese día.
  • Si sospechas de hipoclorhidria (déficit de ácido en el estómago), consulta siempre con un profesional de la salud.

Cómo hacer la prueba

  1. En ayunas, prepara medio vaso de agua (unos 100 ml).
  2. Añade 1 cucharadita pequeña de bicarbonato sódico.
  3. Bebe la mezcla de golpe.
  4. Cronometra el tiempo que tardas en eructar.

Interpretación orientativa

  • Eructo antes de 2 minutos: producción de ácido clorhídrico adecuada.
  • Eructo entre 2 y 5 minutos: posible ligera hipoclorhidria.
  • Más de 5 minutos sin eructo o sin eructar en absoluto: posible hipoclorhidria significativa.

Recuerda que:

  • Es una prueba empírica y no exacta. Hay que tener en cuenta ciertos factores como son: la dieta, el estrés, el vaciado gástrico o la propia sensibilidad digestiva pueden alterar el resultado.
  • Si sospechas hipoclorhidria (pesadez tras las comidas, digestiones lentas, gases, hinchazón, reflujo, anemia, uñas frágiles, etc.), el siguiente paso no es tomar suplementos por tu cuenta, sino acudir a un profesional integrativo que valore pruebas clínicas más fiables.

Relación del SIBO con otras patologías

El SIBO presenta una fuerte asociación con diversas enfermedades digestivas:

  • Síndrome de intestino irritable (SII): hasta un 60% de los casos.
  • Enfermedad inflamatoria intestinal (Crohn, colitis ulcerosa): alrededor del 60%.
  • Celiaquía: entre el 60% y el 80%.
  • Infección por Helicobacter pylori.

No siempre el SIBO es la causa directa, pero puede coexistir y dificultar la mejoría de estas patologías. Por ejemplo, un celíaco que no mejora con dieta sin gluten puede tener SIBO como factor añadido.


El papel del estrés en el SIBO

El estrés crónico es uno de los mayores detonantes de disfunciones digestivas, incluido el SIBO. Aunque no debe atribuirse todo “a los nervios” sin descartar otras causas orgánicas, es cierto que el estrés impacta directamente en la motilidad intestinal a través de la noradrenalina, que inhibe el movimiento del intestino.

Comer deprisa, con prisas constantes, activa el sistema simpático (lucha/huida) en lugar del parasimpático (digestión y descanso), dificultando la digestión y favoreciendo el sobrecrecimiento bacteriano.

El manejo del estrés, junto con cambios en los hábitos alimentarios y de vida, es clave en cualquier estrategia de tratamiento del SIBO.


Factores clave que influyen en el desarrollo del SIBO

Estado emocional y estrés crónico

  • El sistema digestivo es parte del sistema nervioso (tiene más neuronas que la médula).
  • Estrés mantenido activa respuestas inflamatorias y altera la motilidad intestinal.
  • Puede incluso generar sensibilización central: el cerebro aprende a interpretar las señales digestivas como dolor aunque ya no haya desequilibrio.

Alimentación

  • El exceso de ultraprocesados, azúcares y harinas refinadas altera la microbiota.
  • Comer muchas veces al día engaña al sistema digestivo y perpetúa los síntomas.
  • El cambio a una dieta fresca, con proteínas, grasas saludables y vegetales, puede mejorar drásticamente

Sedentarismo

  • El músculo sedentario es inflamatorio; el músculo activo libera moléculas reparadoras (miocinas) que regulan metabolismo, inmunidad y saciedad.

Descanso y ritmos circadianos

  • Dormir mal altera la microbiota y aumenta la inflamación.
  • Es clave cenar pronto, evitar pantallas de noche y exponerse al sol por la mañana.

Salud bucal

  • Una gingivitis o periodontitis es un indicador de disbiosis que impacta en todo el sistema digestivo.
  • La boca forma parte del intestino: las bacterias orales alteradas pasan al resto del sistema.

Uso de medicamentos

  • Antibióticos y omeprazol son factores frecuentes de disbiosis.
  • Tratamientos repetidos para Helicobacter pylori con antibióticos pueden terminar generando SIBO.

Principales causas del SIBO

El SIBO (sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado) no aparece de forma aislada, sino que responde a múltiples factores que alteran la digestión, la motilidad intestinal o la microbiota. A continuación, repasamos las causas más relevantes:

1. Estrés y fase cefálica de la digestión

El estrés crónico es una de las causas más frecuentes. La primera fase de la digestión es la fase cefálica, en la que el cerebro, a través del nervio vago, envía señales para producir ácido clorhídrico y enzimas digestivas. Si comemos con prisas o distraídos, estas señales no se activan correctamente, lo que impide una digestión adecuada y favorece el sobrecrecimiento bacteriano.

2. Estilo de vida moderno

Una alimentación basada en ultraprocesados, aditivos, tóxicos y sedentarismo debilita poco a poco la microbiota intestinal. Estos factores, además de predisponer a padecer SIBO, están en la base de muchas más patologías como son la diabetes, la obesidad o el síndrome metabólico.

3. Uso de fármacos

Algunos medicamentos alteran directamente la microbiota o la motilidad:

  • Inhibidores de la bomba de protones (omeprazol): reducen la producción de ácido gástrico.
  • Antibióticos: diseñados para eliminar bacterias, también dañan la microbiota protectora.
  • Opioides y otros fármacos: enlentecen la motilidad intestinal.

4. Problemas digestivos y producción insuficiente

Una baja producción de ácido clorhídrico, enzimas pancreáticas o bilis dificulta la digestión y genera fermentación excesiva en el intestino delgado. También problemas en la boca, estómago, hígado o páncreas, así como un mal cierre de la válvula ileocecal, pueden favorecer el desarrollo del SIBO.

5. Consumo de edulcorantes

Aunque no aporten calorías, muchos edulcorantes tienen efectos negativos:

  • Alteran la microbiota intestinal y generan disbiosis.
  • Impactan en el hipotálamo y el circuito de recompensa cerebral, aumentando la adicción al dulce.
    Por tanto, aunque se consideren “saludables” porque no elevan la glucosa, sus perjuicios digestivos y neurológicos deben tenerse en cuenta.

6. Alteración del complejo motor migratorio (CMM)

El CMM es el sistema de limpieza del intestino delgado que se activa entre comidas, aproximadamente a las 3–4 horas tras comer. Funciona en ciclos de unos 90 minutos y arrastra restos de alimentos y bacterias hacia el colon.
Si no dejamos espacio suficiente entre comidas o no respetamos ayunos nocturnos, este mecanismo se interrumpe, creando un entorno similar al agua estancada, donde proliferan bacterias no deseadas.

7. Estreñimiento y falta de movimiento

El estreñimiento prolongado implica que los residuos permanecen demasiado tiempo en el intestino, generando fermentación y sobrecrecimiento bacteriano. La máxima es clara: la vida es movimiento, el estancamiento favorece la disbiosis.

8. Patologías intestinales asociadas

Otras condiciones también pueden predisponer al SIBO:

  • Divertículos.
  • Trastornos de la mucosa intestinal.
  • Hiperlaxitud intestinal.
  • Cáncer u otras enfermedades inflamatorias.

Te resumo lo que hemos visto hasta ahora, el SIBO es el resultado de una combinación de factores que afectan tanto al aparato digestivo como al estilo de vida y al sistema nervioso. Por eso, el abordaje integral no puede limitarse a “tratar síntomas”, sino que debe ir a la raíz del problema para: mejorar la motilidad, reforzar la digestión, reducir el estrés y restaurar la microbiota.


Guía completa sobre tratamiento del SIBO desde un enfoque integrativo

Fitoterapia: los botánicos más eficaces para SIBO

Desde el enfoque botánico, algunos de los herbáceos más eficaces para abordar el SIBO (sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado) incluyen:

  • Orégano: Supereficaz como antimicrobiano natural.
  • Licina (extracto de ajo): No sabe a ajo ni es alto en FODMAP, ideal para personas sensibles.
  • Neem: Planta tradicionalmente usada en medicina ayurvédica con propiedades antimicrobianas.
  • Berberina: Potente alcaloide vegetal con efectos antibacterianos y antiinflamatorios.

También existen combinaciones botánicas como Biocidin, que integra hasta 25 extractos herbáceos. Su ventaja es lograr un resultado amplio sin perjudicar la microbiota beneficiosa. En consulta clínica se pueden emplear distintas mezclas, según el abordaje individualizado.

Es fundamental rotar los herbáceos: usar siempre el mismo (como orégano) puede generar resistencia bacteriana, igual que comer solo brócoli. Por eso se recomienda variar y alternar las combinaciones de plantas.


Enfoque nutricional SIBO con 5 de dietas efectivas

1. Dieta antiinflamatoria pesco-mediterránea o atlántica

  • Base: verduras de muchos colores y pescado.
  • Exclusiones: legumbres, lácteos de vaca, gluten y otros alimentos inflamatorios.

2. Inmunonutrición o dieta paleo autoinmune

Indicada cuando el sistema inmune está comprometido (como ocurre habitualmente en SIBO).

3. Dieta prebiótica rica en fibra soluble y polifenoles

  • Alimentos: setas, verduras de distintos colores, almidón resistente (arroz o patata refrigerada).
  • Proporción recomendada: 15-20% del plato, siendo la base verdura + pescado.

4. Dietas específicas restrictivas

FODMAP, dieta de carbohidratos específicos (SCD), Fast Track Diet, dieta carnívora… según perfil del paciente.

Deben ser herramientas puntuales (15 días) y siempre acompañadas de reintroducción progresiva.

5. Dieta elemental (tratamiento médico)

  • Nutrición enteral predigerida usada para descansar el intestino.
  • Muy eficaz en brotes graves de Crohn, celiaquía o SIBO severo (>70 ppm).

¿Cómo lo trabajamos en consulta?

  • Tenemos una primera sesión de valoración inicial donde escucho tu historia y tus síntomas.
  • Estudio tu patrón digestivo, hábitos, emociones y estilo de vida.
  • Diseño de tu plan nutricional personalizado (fase de eliminación – reintroducción – mantenimiento).
  • Cuentas con un apoyo continuo para solucionar dudas, crear ajustes, recetas, aprender herramientas emocionales y educativas.
  • Tienes posibilidad de realizar sesiones presenciales en Madrid o 100% online.

Alimentos frescos y saludables recomendados en la dieta para SIBO, como verduras bajas en FODMAP, pescado y huevos.

«no es el peso que pierdes, es la vida que ganas»


Alimentos aconsejados según el tipo de SIBO

1. SIBO de Hidrógeno

Caracterizado por diarrea frecuente y fermentación rápida de carbohidratos.

  • Recomendados:
    • Verduras bajas en FODMAP: calabacín, pepino, berenjena, espinacas, calabaza.
    • Frutas bajas en fructosa: fresas, arándanos, kiwi, uvas.
    • Proteínas magras: pollo, pavo, pescado blanco.
    • Grasas saludables: aceite de oliva, aguacate, coco en pequeñas cantidades.
    • Tubérculos bien cocidos en pequeñas raciones: patata, boniato.
  • Estrategia: reducir azúcares simples y frutas desecadas; priorizar comidas pequeñas y fáciles de digerir.

2. SIBO de Metano (IMO – sobrecrecimiento de arqueas)

Suele asociarse a estreñimiento y distensión.

  • Recomendados:
    • Verduras cocinadas bajas en fibra insoluble: zanahoria, calabaza, judías verdes.
    • Proteínas ricas en metionina: pescado azul, huevos camperos.
    • Grasas antiinflamatorias: aceite de oliva, aceite de lino, nueces en pocas cantidades.
    • Hierbas y especias digestivas: jengibre, cúrcuma, romero.
  • Estrategia: evitar exceso de almidones y legumbres, usar prebióticos específicos con precaución. Dieta más rica en grasas buenas que en carbohidratos fermentables.

3. SIBO de Sulfuro

Provoca gases malolientes, dolor abdominal y mayor sensibilidad a alimentos ricos en azufre.

  • Recomendados:
    • Verduras bajas en azufre: calabacín, pimientos, pepino, lechuga, zanahoria.
    • Proteínas sin exceso de compuestos sulfurados: pescado blanco, pavo, pollo.
    • Grasas neutras: aceite de oliva virgen extra, MCT.
    • Almidón resistente en pequeñas cantidades: arroz y patata cocidos y refrigerados.
  • Estrategia: limitar brócoli, coliflor, repollo, cebolla, ajo y huevos en exceso. Favorecer variedad de verduras sin compuestos sulfurados.

4. SIFO (sobrecrecimiento fúngico o candidiasis asociada)

Frecuente tras antibióticos o dietas altas en azúcares.

  • Recomendados:
    • Verduras de bajo índice glucémico: espinacas, calabacín, brócoli al vapor.
    • Proteínas: pollo, pescado, huevos.
    • Grasas saludables: aguacate, aceite de coco, frutos secos crudos.
    • Especias antifúngicas naturales: orégano, canela, clavo.
  • Estrategia: eliminar azúcares añadidos, alcohol y harinas refinadas. Favorecer alimentos antifúngicos.

5. SIBO Autoinmune (daño a células de Cajal tras intoxicación alimentaria)

Se asocia a motilidad intestinal alterada y recaídas frecuentes.

  • Recomendados:
    • Dieta antiinflamatoria tipo paleo-autoimmune (AIP): verduras cocinadas, pescados, carnes magras de calidad, caldos de huesos.
    • Frutas suaves en pequeñas cantidades: arándanos, papaya.
    • Infusiones digestivas: menta, hinojo, jengibre.
    • Grasas reguladoras del sistema inmune: omega-3 de pescado azul, aceite de oliva.
  • Estrategia: priorizar alimentos de fácil digestión, evitar ultraprocesados, reforzar el eje intestino-cerebro con comidas tranquilas y ayunos nocturnos.

Nota clínica general:
La dieta en SIBO debe ser siempre personalizada y temporal. El objetivo no es la restricción de alimentos indefinida, sino la recuperación de la motilidad, la tolerancia y la diversidad alimentaria a medio plazo.


Alimentos qué pueden sentar mal en SIBO (FODMAP)

La dieta baja en FODMAP es una de las herramientas más utilizadas en el abordaje del SIBO y del síndrome de intestino irritable. Los FODMAPs son carbohidratos fermentables que, aunque se encuentran en alimentos saludables, pueden resultar difíciles de metabolizar cuando la microbiota está desequilibrada. El problema no es el alimento en sí, sino la capacidad del intestino para digerirlo y fermentar adecuadamente.

Ejemplos de alimentos a evitar con SIBO

  • Monosacáridos (fructosa): cerezas, mango, melocotón, frutas secas. La tolerancia depende también de la cantidad: no es lo mismo un cuarto de manzana que ocho manzanas.
  • Disacáridos (lactosa): lácteos de vaca (leche, quesos frescos). De inicio suelen retirarse, y más adelante se pueden reintroducir fermentados de cabra u oveja con menos lactosa.
  • Fructanos: ajo, cebolla, puerro, espárragos, trigo. Son alimentos muy saludables, pero en SIBO suelen provocar gases y distensión.
  • Trigo: no solo contiene fructanos, sino también gluten e inhibidores de la amilasatripsina, lo que lo convierte en uno de los granos más problemáticos para la digestión moderna.

La paradoja del “comer sano”

Muchas personas relatan que cuanto más verduras y frutas consumen, peor se sienten. No es que el brócoli, la cebolla o la manzana sean “malos”, sino que el sistema digestivo no está preparado en ese momento para gestionarlos. Por eso, la clave no está en eliminar alimentos de por vida, sino en personalizar y reintroducir progresivamente.

FODMAP Lite es una opción menos restrictiva

Antes de una dieta FODMAP estricta, se puede probar la versión FODMAP Lite, que elimina solo los alimentos más problemáticos: lactosa, legumbres, ajo, cebolla, puerro, espárragos y trigo. El resto de verduras, pescado, carne, huevos, setas o tubérculos como patata, boniato y calabaza se mantienen, permitiendo una dieta más nutritiva y variada.

Este enfoque mejora los síntomas en muchas personas sin necesidad de recurrir a una restricción más intensa.

Personalización como principio clave

No soy partidario ni existen “listas rígidas” que sirvan para todas las personas. El mejor indicador es la capacidad de escucha con tu cuerpo y cómo reacciona cada persona:

  • Si un alimento te sienta mal, no lo consumas de momento.
  • Si lo toleras bien, aunque esté en la lista de FODMAPs, no es necesario retirarlo.

Por ejemplo, el ajo y la cebolla son antimicrobianos naturales; si no causan síntomas, no deberían eliminarse.

La dieta FODMAP no es un estilo de vida, sino una herramienta terapéutica puntual (1–3 semanas) para dar un respiro al sistema digestivo y permitir un “reset”. Después, se pasa a una fase de reintroducción progresiva, cuyo objetivo final es volver a comer de todo sin síntomas.

Una progresión en fases

La práctica clínica y las guías más recientes recomiendan aplicar la dieta en fases progresivas:

  1. Fase de descanso breve con reducción de FODMAPs más altos.
  2. Reintroducción gradual de alimentos según tolerancia individual.
  3. Fase final de diversidad: recuperar fermentados, verduras y frutas variadas, lo que algunos llaman la fase de “salud vital festival”.

Reintroducción y libertad alimentaria

El objetivo nunca es la restricción indefinida, sino recuperar la libertad alimentaria. La dieta FODMAP debe verse como una guía temporal para identificar alimentos que en ese momento no toleras, pero que con el tiempo y el tratamiento adecuado podrás volver a introducir.

Estos alimentos no son “enemigos”, sino alimentos saludables que requieren de una microbiota en equilibrio para ser bien tolerados. La clave está en usar la dieta de forma personalizada, temporal y progresiva, para que el intestino se recupere y la persona vuelva a disfrutar de una alimentación variada y completa.


Tratamiento del SIBO con un abordaje desde la digestión

Una de las principales causas del SIBO es la baja producción de ácido clorhídrico y enzimas digestivas. Esta hipoclorhidria es más común de lo que se piensa y, paradójicamente, muchos de los síntomas como la acidez o el reflujo suelen deberse a una producción insuficiente de ácido, no a un exceso. Sin embargo, el tratamiento convencional con omeprazol y otros inhibidores de la bomba de protones agrava el problema al reducir aún más el ácido necesario para la digestión.

El papel del ácido clorhídrico

El estómago es el órgano más ácido del cuerpo y necesita un pH muy bajo por dos razones fundamentales:

  1. Defensa contra patógenos: el ácido destruye bacterias y virus ingeridos con los alimentos.
  2. Digestión de proteínas: convierte el pepsinógeno en pepsina, enzima clave para descomponer proteínas en péptidos más pequeños.

Cuando no hay suficiente ácido clorhídrico:

  • La pepsina no se activa correctamente.
  • Las proteínas llegan mal digeridas al intestino, lo que favorece hiperpermeabilidad intestinal (leaky gut).
  • Se generan deficiencias de nutrientes como vitamina B12 y hierro, ya que la absorción depende de un entorno ácido y del factor intrínseco producido en el estómago.

El uso crónico de antiácidos se asocia con anemia, osteoporosis, fracturas de cadera e incluso mayor riesgo de deterioro cognitivo, según muestran estudios clínicos.

Herramientas y suplementos para mejorar la hipoclorhidria

  • Enzimas digestivas con betaína HCl: actúan como sustituto temporal del ácido clorhídrico.
  • Regeneración de la mucosa gástrica: clave para recuperar la producción natural de ácido.
  • Prueba del bicarbonato (casera y orientativa): consiste en tomar bicarbonato disuelto en agua en ayunas y medir el tiempo en eructar. Si supera los 2 minutos, puede sugerir hipoclorhidria. (No es diagnóstica, solo orientativa).

El papel de la bilis en la digestión

La bilis es esencial para la digestión de grasas. Una baja producción biliar dificulta la absorción de lípidos y micronutrientes liposolubles (A, D, E, K).

  • Para estimularla, es necesario consumir grasas saludables de forma progresiva: aceite de oliva virgen extra, aguacate, frutos secos o pescado azul.
  • Si no se consumen grasas, la bilis deja de producirse en cantidad suficiente (“lo que no se usa, se pierde”).
  • Hierbas amargas (como boldo o hinojo) y enzimas digestivas con sales biliares pueden favorecer la secreción biliar.
  • Incluso remedios sencillos como una cucharadita de aceite de oliva antes de las comidas estimulan la producción de bilis.

Relación con el colesterol

Un dato clave: hasta un 80% del colesterol no membranoso se destina a la síntesis de ácido cólico (componente de la bilis). Por eso, en dietas altas en grasa, como la dieta cetogénica, aumenta el colesterol total: el cuerpo lo utiliza para fabricar más bilis y así digerir la grasa ingerida.

Nutrientes esenciales

  • Grasas y proteínas: contienen componentes esenciales (omega-3 y aminoácidos) que el cuerpo necesita obligatoriamente para funciones estructurales, hormonales y cerebrales.
  • Carbohidratos: aunque útiles como fuente energética, no existen carbohidratos “esenciales”.

El tratamiento inicial del SIBO debe comenzar por restaurar la digestión para: mejorar la producción de ácido clorhídrico, optimizar la secreción de bilis y enzimas, y regenerar la mucosa intestinal. Sin esta base, cualquier abordaje posterior pierde eficacia.

Tabla con causas de problemas digestivos y su impacto en la microbiota, junto a estrategias y suplementos recomendados para mejorar la salud intestinal.

Duración recomendada de los tratamientos para SIBO

No se aconseja el uso continuado de antimicrobianos sin pausas. El acompañamiento con una dieta FODMAP es para:

  • Farmacológico (antibióticos): 7–15 días.
  • Herbáceos: generalmente 3 semanas.
  • Ciclos: tras cada ronda se recomienda descansar una semana y valorar si repetir.

Los 5 mejores suplementos para tratar el SIBO

Los tres primeros son esenciales para la salud general. La lactoferrina es antimicrobiana natural presente en la leche materna, saliva y lágrimas. Es segura incluso en embarazadas y neonatos. En nuestra consulta te acompañamos desde:

  1. Vitamina D
  2. Magnesio (preferentemente citrato)
  3. Omega-3
  4. Lactoferrina
  5. Probióticos específicos (no genéricos)

En conjunto, estos suplementos no actúan de forma aislada, sino como herramientas complementarias que, junto con la dieta y las estrategias de motilidad, favorecen una recuperación integral en el SIBO. Te los voy a explicar con mayor profundidad

1. Vitamina D

La vitamina D es esencial para la regulación del sistema inmune y la integridad de la mucosa intestinal. En SIBO, suele existir inflamación crónica y permeabilidad intestinal aumentada, mantener unos niveles adecuados de vitamina D ayudan a reforzar la barrera intestinal, ayuda a modular la inflamación y mejorar la capacidad defensiva del organismo frente a la proliferación bacteriana.


2. Magnesio (citrato)

El magnesio citrato es especialmente útil en casos de SIBO con estreñimiento. Este mineral no solo participa en cientos de reacciones metabólicas, sino que además favorece la motilidad intestinal al actuar como un laxante osmótico suave. Al mejorar el tránsito, reduce la acumulación de bacterias en el intestino delgado y apoya el restablecimiento de un ritmo digestivo saludable.


3. Omega-3

Los ácidos grasos omega-3 (EPA y DHA) tienen un potente efecto antiinflamatorio. En el contexto de SIBO, ayudan a disminuir la inflamación intestinal de bajo grado, mejorar la fluidez de las membranas celulares y favorecer un entorno intestinal más equilibrado. Además, contribuyen a la reparación de la mucosa y a la reducción de síntomas como dolor abdominal o hinchazón.


4. Lactoferrina

La lactoferrina es una proteína natural presente en la leche materna, la saliva y las lágrimas. Actúa como un antimicrobiano seguro y selectivo, capaz de reducir la proliferación bacteriana en el intestino delgado sin dañar la microbiota beneficiosa. Además, tiene un efecto inmunomodulador y antiinflamatorio, por lo que ayuda a restaurar el equilibrio del sistema inmune y a prevenir recaídas.


5. Probióticos específicos

No todos los probióticos son adecuados en SIBO. Las cepas específicas seleccionadas (como Saccharomyces boulardii) producen bacteriocinas, sustancias naturales capaces de frenar el crecimiento de bacterias patógenas sin generar resistencias. A diferencia de los antibióticos, estos probióticos no alteran negativamente la microbiota y, bien elegidos, ayudan a reducir el sobrecrecimiento bacteriano, mejorar la digestión y proteger la barrera intestinal.


Probióticos específicos para SIBO

Existe un mito de que «en SIBO no se pueden usar probióticos». Sin embargo, existen cepas específicas pueden ayudar a erradicar bacterias como Giardia, Clostridium, Salmonella o E. coli. Estas cepas producen bacteriocinas que son antimicrobianos naturales muy selectivos que no causan resistencia.

  • Ejemplo de probiótico eficaz para SIBO: S. boulardii (Sacom) o Vardi.

No vale cualquier probiótico. Se necesita una cepa concreta según el microorganismo a tratar.


Estreñimiento en SIBO y motilidad intestinal

El estreñimiento es uno de los síntomas más frecuentes en personas con SIBO (sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado). Su origen no siempre está en la dieta, sino en una alteración de la motilidad intestinal: el movimiento natural que realiza el intestino para vaciarse y mantener limpio el aparato digestivo. Cuando este proceso, regulado por el complejo motor migratorio (CMM), se enlentece, los residuos permanecen más tiempo en el intestino delgado, favoreciendo la proliferación bacteriana y empeorando los síntomas.

En esta sección veremos por qué el estreñimiento aparece en SIBO, qué papel juegan el magnesio, el ayuno intermitente, los procinéticos naturales y otras herramientas en la recuperación de la motilidad intestinal, y cómo estos abordajes ayudan a mejorar tanto el tránsito como la salud digestiva global.

  • Magnesio citrato: Es muy seguro y eficaz y ayuda a que la motilidad intestinal se ponga en marcha para mejorar la eliminación de toxinas..
  • Carbonato de magnesio: útil en casos puntuales (efecto laxante potente).

Fermentados y dieta psicobiótica en SIBO

Aunque muchos terapeutas desaconsejan el consumo de alimentos fermentados en casos de SIBO, mi experiencia en la práctica clínica muestra que en algunos pacientes pueden ser muy beneficiosos. Productos como el kéfir o el chucrut aportan de manera natural probióticos, prebióticos y posbióticos, es decir, bacterias vivas, sustratos que las alimentan y metabolitos que favorecen la salud intestinal.

Un pequeño aporte de fermentados, como una ración de chucrut antes de las comidas, puede mejorar la digestión, acidificar el estómago y favorecer el equilibrio de la microbiota. Cuando se combinan con una dieta rica en fibra prebiótica, se crea lo que los investigadores llaman una dieta psicobiótica. Esta mezcla no solo apoya la función intestinal, sino que también influye en el eje intestino-cerebro, mostrando beneficios porque reducen la ansiedad, la depresión e incluso previenen el deterioro cognitivo.


Estrategias complementarias

Además de la dieta y el uso de tratamientos específicos, podemos apoyarnos en estrategias complementarias que te van a ayudar a marcar la diferencia en la recuperación del SIBO. Estas medidas ayudan a mejorar la motilidad intestinal, reducir la inflamación, apoyar al sistema inmune y prevenir recaídas. Si puedes incorporarlas en el día a día permite mejorar no solo el sobrecrecimiento bacteriano, sino también las causas que lo producen y así mejorar con un abordaje integral más completo y duradero.

– Ayuno intermitente

El ayuno intermitente permite al sistema digestivo descansar, favorece la limpieza intestinal natural y estimula la motilidad. Al mismo tiempo, ayuda a reducir la inflamación de bajo grado y mejora la sensibilidad a la insulina, factores clave en personas con SIBO.

– Activación del complejo motor migratorio (MMC)

El MMC es el mecanismo que limpia el intestino delgado entre comidas mediante ondas de contracción. En SIBO suele estar alterado, favoreciendo el sobrecrecimiento bacteriano. Estimular su funcionamiento con ayunos adecuados y hábitos correctos es esencial para la recuperación.

– Procinéticos naturales

El uso de jengibre, triphala, menta o infusiones digestivas puede actuar como procinético suave, es decir, sustancias que estimulan el movimiento intestinal. Estos recursos naturales mejoran la motilidad sin irritar el intestino y contribuyen a aliviar síntomas como gases o hinchazón.

– Ejercicio físico regular

La actividad física, especialmente caminar, nadar o yoga, activa la motilidad intestinal y previene el estreñimiento. Además, regula el estrés y equilibra el sistema nervioso autónomo, lo que favorece una mejor digestión y reduce el riesgo de recurrencia del SIBO.

En conclusión, más allá de la dieta y los tratamientos específicos, las estrategias complementarias juegan un papel clave en el abordaje del SIBO. Estrategias como son mejorar la motilidad intestinal, reducir la inflamación y apoyar al sistema inmune no solo ayudan a controlar los síntomas, sino que también previenen recaídas y favorece una recuperación más estable y duradera. Incorporarlas estas estrategias en tu rutina diaria es dar un paso firme hacia la salud integral y digestiva.


En el abordaje del SIBO no existen recetas universales. Cada persona presenta un grado distinto de sobrecrecimiento, una tolerancia diferente a los alimentos y un contexto único que influye en su evolución. Por eso es fundamental aplicar siempre el principio de individualidad: adaptar la estrategia a cada caso, en lugar de seguir protocolos rígidos. El contexto de la persona —su historia clínica, sus hábitos y su estado actual— es la clave para lograr una recuperación real y sostenible.

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